Por: Julio Bertolotti
Artículo publicado en “Indicadores Culturales 2011” de los Cuadernos de Políticas Cuturales del Instituto de Políticas Culturales Patricio Loizaga de la Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF), Argentina.
Tenemos el privilegio de vivir el proceso de creación de un nuevo modo de narrar. Es posible que en eso consista la historia del arte, y que este no sea nada distinto a otros momentos: la creación y evolución del teatro griego, las artes plásticas en el Renacimiento, la concepción y escritura de la novela moderna o, entre tantos otros, el muy reciente desarrollo de la narrativa cinematográfica. El arte pervive en la búsqueda y concreción de nuevas formas o en el perfeccionamiento del modo de narrar o expresar de las técnicas preexistentes, lo cual implica, en muchos casos, el desarrollo de nuevas formas.
En este preciso instante los artistas y productores de contenidos somos impelidos por nuevos factores tecnológicos, sociales, perceptivos a dominar varios medios de expresión y comunicación simultáneamente para hacer que la obra nazca y sobreviva. No hay una técnica definida para este nuevo camino. Lo único que seguimos teniendo de base son las ideas primordiales. Las ideas que nos dan el punto cero de coordenadas, el origen desde el cual desplegar y ubicar todos los puntos, líneas y planos posibles de la multidimensionalidad de la experiencia.
No se trata de adaptar o traducir una idea o historia de un formato a otro, tampoco de replicarla en varias plataformas (cine, tv, internet, celulares, etc.), sino de hacer que esa historia se impregne en los distintos medios adquiriendo formas diversas, interrelacionadas esencialmente, superadoras unas de las otras, autosuficientes, manteniendo una coherencia con el relato total.