Por: George Yúdice

INTRODUCCIÓN

Dos hechos signan esta reflexión sobre los estudios culturales. En primer lugar, la declaración en el encuentro de LASA, en septiembre de 2001, de que se había terminado la alianza de los que venimos participando de los estudios culturales latinoamericanos (ECLA) en los últimos doce o trece años. En segundo lugar, el atentado a las torres gemelas pocos días después en New York y lo que significa este acontecimiento para el lugar que le atribuimos a la cultura, la identidad, la religión y, desde luego, la geopolítica. Ambos hechos constituyeron para mí un llamado a pensar autrement, como gustaba decir Foucault. Esta afirmación no quiere decir que vaya a acertar en la configuración de una nueva orientación analítica y crítica; más bien se trata de aprovechar mi estado de consternación para hacer un balance, o mejor un desordenamiento epistémico. Estamos acostumbrados a pensar que la cultura es un terreno importante de lucha social. Habría que preguntarse si el atentado no reorienta los estudios culturales hacia otros tipos de lucha. Debemos preguntarnos si en la nueva encrucijada es la cultura la que orientará hacia nuevas soluciones políticas y sociales —la esperanza de los que apostaron por el aporte de la sociedad civil en la época posdictatorial— o si emerge una nueva situación epocal en la que la noción misma y los usos de la cultura cambiarán.

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